Sin duda, nuestros antepasados consideraron perfectos los modos eclesiásticos, lo mismo que nosotros el mayor y el menor; el número siete tiene tanta fuerza simbólica como el dos, y en vez de las dos esferas de expresión que hoy admite la teoría ellos consagraron con su fantasía probablemente siete. Si a los antiguos se les hubiese mostrado el futuro --es decir, que cinco de sus siete modos iban a desaparecer, quedando solo dos, como hoy se nos muestra que nuestros modos mayor y menor se reducirán a uno solo--, ellos hubieran con toda certeza argumentado en contra de la misma manera que lo hacen nuestros contemporáneos; hubieran hablado de desorden, de anarquía, de carencia de caracterización, de empobrecimiento de medios artísticos y de cosas semejantes, como hoy hacen, lamentándose, todos aquellos a los que no gustan los resultados de la evolución musical actual porque prefieren quedarse sentados calentitos junto a su estufa, sin querer comprender que en todo progreso, si se quiere ganar algo en alguna dirección, hay que perder algo en otra.
Harmonielehre, Schoenberg (1910)
Capítulo V
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